sexta-feira, 19 de dezembro de 2008

LA NECESIDAD DE INVESTIGACIÓN SINCERA

La necesidad de investigación sincera,
a fin de comprender la verdad

Signs of the Times, 26 mayo 1890

Debemos poseer mayor sabiduría de la que hemos manifestado hasta ahora, en relación a cómo tratamos a aquellos que, en algunos puntos de la fe, difieren francamente de nosotros. Es impropio de alguien que pretende ser seguidor de Cristo, el ser hiriente y denunciatorio, el rebajarse a ridiculizar las opiniones de otro. El espíritu de crítica incapacita a los hombres para recibir la luz que Dios quisiera enviarles, y para discernir lo que es evidencia de la verdad. Si el Señor revelase la luz de acuerdo con su propio plan, muchos no lo respetarían ni comprenderían; ridiculizarían al portador del mensaje de Dios como si se exaltase a sí mismo por encima de aquellos que están mejor calificados para enseñar.

Las autoridades papales, primeramente ridiculizaron a los reformadores, y cuando tal cosa no logró apagar el espíritu de investigación, los encerraron en las prisiones, les pusieron cadenas, y cuando tampoco eso bastó para silenciarlos o hacer que se retractasen, los llevaron a la hoguera y la espada. Debemos ser muy cuidadosos en no dar los primeros pasos por ese camino que conduce a la Inquisición. La verdad de Dios es progresiva; va siempre en aumento, de fortaleza en fortaleza aún mayor, hacia una luz mayor. Tenemos todas las razones para creer que el Señor nos enviará mayor verdad, ya que queda aún por hacer una gran obra. En nuestro conocimiento de la verdad, primeramente hay un comienzo en su comprensión, luego una progresión, y más tarde la plenitud; primero la plántula, luego la mazorca, y tras ello, el maíz en su plenitud. Ha habido una gran pérdida, debido a que nuestros pastores y nuestro pueblo han llegado a la conclusión de que ya hemos recibido toda la verdad que nos era esencial como pueblo; pero una conclusión tal es errónea, y armoniza con los engaños de Satanás, ya que la verdad se estará desplegando constantemente.

Se debe ejercer el máximo cuidado, no sea que despreciemos el Espíritu de Dios al tratar con indiferencia y desdén al mensajero y mensajes que Dios envía a su pueblo, y rechacemos así la luz, debido a que nuestros corazones no están en armonía con Él. Cuando se recibe verdaderamente el cristianismo, transformará siempre el corazón y moldeará el carácter. Que aquellos que se tienen por dignos de exponer la palabra de Dios, aquellos a quienes ha sido encomendado el cuidado del rebaño de Dios, como hombres humildes y sabios, abran sus Biblias con corazones llenos de gratitud y estudien sus preciosas declaraciones. El mensajero de Dios no solamente debe estudiar las Escrituras, sino que debe urgir a la gente a estudiar igualmente la palabra de verdad. Como el minero busca el oro en las rocas de las montañas, así deben los hombres cavar en la mina de la verdad, a fin de que puedan encontrar lo que Dios ha revelado concerniente a la salvación del hombre.

Si acudís a la Biblia simplemente para encontrar textos con que probar vuestras teorías o vindicar vuestra opinión, no seréis iluminados por el Espíritu de Dios; pero si acudís con ayuno y humillación del alma, con amor en vuestro corazón hacia el hombre y hacia Dios, vuestras oraciones serán contestadas, y en vosotros será hecha la luz. Necesitamos abandonar los prejuicios que nos han tenido atados durante años. Si habéis estado durante años en la verdad, y algún hermano que es mucho más joven en edad y en la fe es llamado a enseñar, vuestra edad, vuestra posición, vuestra inteligencia y comprensión de las Escrituras no os dan licencia para tratar a ese hermano con indiferencia y falta de respeto. Timoteo aprendió muchas cosas de Pablo. Aunque era joven, obtuvo el conocimiento de la palabra de Dios mediante esfuerzo diligente. Dedicó sus capacidades a la obra de comprender la palabra de Dios, y fue ricamente recompensado. Pablo escribió a Timoteo: "Si esto propusieres a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, criado en las palabras de la fe y de la buena doctrina, la cual has alcanzado… Medita estas cosas; ocúpate en ellas; para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello; pues haciendo esto, a ti mismo salvarás y a los que te oyeren". A Timoteo, no siendo más que un joven, le fueron encomendadas solemnes responsabilidades. La implicación alcanza hasta nuestro día en relación con él, y con otros jóvenes discípulos de Cristo, "Ninguno tenga en poco tu juventud".

Samuel fue elegido como siervo de Dios desde su misma infancia. Dios le pudo comunicar su palabra, mientras que tuvo que pasar de largo al anciano Elí, quien no había sido cuidadoso en hacer la voluntad de Dios, o en poner en práctica su instrucción. Elí no tuvo la osadía de pretender que a menos que el mensaje viniese mediante ancianos y honrados siervos de Dios, no podía considerarse como autorizado, ni proveniente de Dios. Con toda deferencia hacia el joven agente, Elí aceptó la palabra de Dios de los labios del niño Samuel. Aquellos que han desempeñado un papel prominente en la obra, deben tener gran cuidado con pensar que es imposible que la luz venga al pueblo de Dios, si no es a través de ellos. Si son mansos y humildes de corazón, libres de prejuicios y de exaltación propia por haber sido altamente privilegiados, se harán uno con los hombres jóvenes a quienes Dios ha educado para desempeñar una parte especial en su obra. Esos hombres jóvenes gozarán de la gran bendición de depender de la experiencia de los hermanos de mayor edad, si aquellos que han estado durante años en la obra no se empeñan en hacer valer su dignidad, si el "yo" no asume la prominencia, para dejar en la insignificancia a los hermanos jóvenes. Si tal es el caso, Dios no puede emplearlos en la obra.
Entre vosotros hay siempre un testigo que lee los motivos, que conoce los pensamientos y propósitos del corazón. Hay seguridad en ser siempre amable y cortés, en mostrarse sinceramente amigables y llenos de amor por vuestros hermanos. En los consejos o asambleas en donde han de considerarse diferencias de puntos de vista, debéis recordar que el Maestro de toda asamblea está entre vosotros. La injusticia, las palabras ásperas, y los esfuerzos por hacer que otros se vuelvan atrás de una decisión imparcial, serán todos registrados en los libros del cielo. Si, mediante una investigación honesta, vuestras ideas acariciadas resultan debilitadas al ser comparadas con la ley y el testimonio, no os permitáis un espíritu obstinado, duro, terco, en oposición a lo que veis que son evidencias en contra de vuestros puntos de vista. Permitid que sea Dios quien hable en su palabra. Si pensáis que vuestro hermano cree un error, debéis tratarlo con consideración, manifestando bondad, paciencia y cortesía. Debéis razonar con él a partir de la palabra de Dios, comparando escritura con escritura, considerando cuidadosamente cada partícula de evidencia. Jamás haréis de sus palabras motivo de ridículo, ya que "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán a medir".

Pablo encargó a Timoteo: "Huye también los deseos juveniles; y sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los que invocan al Señor de puro corazón. Empero las cuestiones necias y sin sabiduría desecha, sabiendo que engendran contiendas. Que el siervo de Dios no debe ser litigioso, sino manso para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen: si quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad, y se zafen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él".

"Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, porque tú no seas también tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que estima de sí que es algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que cada uno examine su obra, y entonces tendrá gloria sólo de sí mismo, y no en otro". Que todo hombre obedezca esas directrices. Tenéis ante vosotros el ejemplo de Cristo. Aunque merecía en toda justicia ser servido y honrado por todos, no por eso buscó la honra de los hombres; no vino a ser servido, sino a servir. "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron". Todo el mundo le pertenecía; pero al ser rechazado en pueblos y ciudades, no hizo valer su propio derecho, sino que iba a otra población a enseñar la verdad, sea que la oyesen o no. Que toda alma vele, no vaya a encontrarse entre aquellos que desprecian, dudan y perecen, que se retiran de Cristo en la persona de sus santos, y atraen sobre sí mismos la condenación que cayó sobre los judíos.

Los maestros del pueblo en el tiempo de Cristo estaban plenamente satisfechos con ellos mismos. Mantenían consejos y se animaban uno al otro en sus ideas y opiniones, y Satán estaba en sus asambleas controlando sus decisiones. Procuraban que el pueblo temiese escuchar las palabras de Cristo. Amenazaban con echar de la sinagoga a aquellos que daban oído a su doctrina, cosa que era considerada por el pueblo como la mayor maldición que sobre ellos podía caer. Los escribas y fariseos habían urdido sus planes, y no tenían la intención de cambiar el curso de su vida ni su manera de enseñar. Oirían a Cristo, pero rehusaban permitir que su enseñanza tuviese en ellos el más mínimo efecto. Fingían ser sus amigos con el fin de provocarlo en diferentes asuntos. Le planteaban diversas cuestiones difíciles para que, respondiera lo que respondiera, pudieran emplear sus palabras en contra suya.

En cierta ocasión, los escribas y fariseos "le traen una mujer tomada en adulterio; y poniéndola en medio, dícenle: Maestro, esta mujer ha sido tomada en el mismo hecho, adulterando; y en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales: tú pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Empero Jesús, inclinado hacia abajo, escribía en tierra con el dedo. Y como perseverasen preguntándole, enderezóse, y díjoles: El que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella la piedra el primero. Y volviéndose a inclinar hacia abajo, escribía en tierra. Oyendo, pues, ellos, redargüidos de la conciencia, salíanse uno a uno, comenzando desde los más viejos, hasta los postreros".

Aunque Jesús daba evidencia de su poder divino, sin embargo no se le permitió que enseñase sus lecciones sin interrumpirlo. Los dirigentes procuraron ponerlo en ridículo ante el pueblo. No permitirían que expresase sus ideas y doctrinas de una forma conexa, pero aunque interrumpido frecuentemente, se hizo la luz en las mentes de cientos de personas, y cuando los dirigentes oyeron las palabras de Jesús, revestidas de poder y que tenían embelesado al auditorio, se enojaron, y dijeron, "tu eres samaritano, y tienes demonio". Jesús soportó esas acusaciones con calmada dignidad, declarando sin temor que los beneficios del pacto se centraban en Él, y no se recibían por descendencia de Abraham. Dijo, "Antes que Abraham fuese, yo soy". La furia de los judíos no conocía límites, y se dispusieron a apedrearlo, pero ángeles de Dios, invisibles a los hombres, lo sacaron apresuradamente de aquella asamblea.

Hay hombres entre nosotros que profesan comprender la verdad para estos últimos días, pero que no investigarán calmadamente la verdad avanzada. Están determinados a no realizar avance alguno, más allá de los límites que han marcado, y no prestarán oído a aquellos que, según creen ellos, no se mantienen en los antiguos hitos. Son tan autosuficientes que no es posible razonar con ellos.

Consideran una virtud estar en desacuerdo con sus hermanos, y cerrar la puerta, a fin de que la luz no pueda llegar al pueblo de Dios. Requerirá sabiduría celestial el saber cómo tratar con tales casos. La luz vendrá al pueblo de Dios, y aquellos que han procurado cerrar la puerta tendrán que arrepentirse, o bien ser quitados del camino. Ha llegado el momento de dar un nuevo ímpetu a la obra. Escenas terribles están por llegar ante nosotros, y Satanás se esfuerza por ocultar de nuestro entendimiento precisamente aquello que Dios quiere que conozcamos. Dios tiene mensajeros y mensajes para su pueblo. Si se presentan ideas que difieren en ciertos puntos de nuestras doctrinas anteriores, no debemos condenarlas sin estudio diligente de la Biblia, para ver si son verdaderas.

Debemos ayunar, orar e investigar las Escrituras tal como lo hicieron los nobles habitantes de Berea, para ver si estas cosas eran así. Debemos aceptar cada rayo de luz que viene a nosotros. Mediante la oración ferviente, y el estudio diligente de la palabra de Dios, las cosas oscuras se aclararán al entendimiento.

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